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Carlos Osoro Sierra

Cardenal, Arzobispo de Madrid
 biografía

Eminencias, Excelencias, Venerables, queridos amigos: ¡Qué agradable y saludable es construir la paz! ¡Qué bien queda el corazón humano cuando nos dedicamos a construir puentes y no a poner muros! ¡Qué importante es tomar decisiones claras y apostar por la cultura del encuentro! Y por ello desechamos las armas que lleven al desencuentro, a la ruptura, a la violencia, al descarte entre los hombres. Para todos nosotros, estos días vividos en Madrid han sido un regalo, pues poder expresar lo que hace posible ayudar a dar vida, a darnos la mano, a poder ser protagonistas de una lucha activa desde el diálogo y el encuentro, evitando y luchando contra la división, las rupturas, los enfrentamientos, la violencia, la discriminación, la guerra, esto es y ha sido un regalo. Hemos vivido y nos hemos animado a no ser islas, a no sembrar prejuicios, enemistades o condenas, hemos querido sembrar semillas de paz. Salimos de aquí con un título “sembradores de paz” allá donde estemos, en las tareas y responsabilidades que tengamos.

La misma pregunta que Dios hizo a Caín ante el asesinato de Abel, sigue siendo necesaria que nos la dejemos hacer nosotros, “¿dónde está tu hermano?” La globalización de la indiferencia que nos cierra en nosotros mismos hace que la respuesta a esta pregunta tenga la misma respuesta que tuvo él, “no lo sé; ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?”.

La humanidad lleva inscrita la vocación a la fraternidad, por ello la importancia de este encuentro, que nos hace caer en la cuenta de que ser “sembradores de paz” es una exigencia de quienes no estamos dispuestos a olvidar el proyecto de quien nos creó, la vocación originaria de ser hijo y hermano.

Todos nosotros, deseamos comprometernos y buscar por todos los medios, hacer comprender que la fraternidad es el fundamento y el camino para la paz. Se me ocurre regalaros estas bienaventuranzas al finalizar este encuentro. He creído que han sido realizadas estos días por todos nosotros, yo sólo las trascribo y pongo en palabras lo que está en vuestro corazón:

1) Bienaventurados cuando escuchamos a quienes han sufrido en su carne la experiencia denigrante de la guerra, que muy a menudo viven a nuestro lado.

2) Bienaventurados cuando descubrimos que la guerra constituye una grave y profunda herida que se inflige a la fraternidad entre los hombres, aunque se haga en lugares distantes a nosotros.

3) Bienaventurados cuando ante tantos conflictos en el mundo, ninguno de ellos los vivo desde la indiferencia, sino que afectan a mi vida.

4) Bienaventurados quienes se sienten cercanos a quienes viven en tierras donde las armas imponen el terror, la destrucción, y les hacen sentir su cercanía.

5) Bienaventurados los que mediante la oración, el servicio a los heridos, a los que pasan hambre, a los desplazados, refugiados o viven con miedo, les hacen sentir su amor.

6) Bienaventurados quienes convencidos de lo que significa la paz para los hombres, hacen llegar a cuantos siembran la violencia y la muerte, la noticia y la llamada a que renuncien al exterminio del hermano.

7) Bienaventurados quienes asumen las vías del diálogo y el encuentro, del perdón y de la reconciliación para construir a su alrededor la paz y devolver la confianza y la esperanza.

8) Bienaventurados quienes dedican la vida a hacer descubrir que el enemigo es un hermano al que tampoco podemos exterminar, sino que debemos convencer que no niegue el derecho a vivir del otro y de una vida plena para todos.