9 Septiembre 2014 19:00 | Grote Markt (Plaza Mayor)

Testimonio



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Lea Koyassoum Doumta

Vicepresidente del Parlamento, República Centroafricana
 biografía

Majestad, Eminencias, Excelencias, hermanos y hermanas de la Comunidad de Sant'Egidio.

Les traigo la voz del pueblo centroafricano, de sus sufrimientos y de sus esperanzas de paz.

Tras el golpe de Estado de marzo de 2014 (el 15º de nuestra historia republicana), mi país cayó en una espiral de violencia que parecía no tener fin. 

Centroáfrica es muy grande y hay sito para todos. Sin embargo, hoy más de un millón y medio de sus cuatro millones de habitantes ha tenido que huir de sus casas, y sobrevive solo gracias a las ayudas internacionales. He viajado mucho por las ciudades y los pueblos de nuestras provincias y he visto a hombres, mujeres y niños huir ante la violencia y los enfrentamientos. Pueblos incendiados por todas partes. Tanto en Bouca, como en Bossangoa, en Bambari, en -Dekoa o en Kaga Bandoro no hay lugar que no tenga cicatrices de la guerra.

Nunca se había visto tanta violencia. Nunca se había hablado en Centroáfrica de guerra de religión; cristianos, musulmanes y animistas siempre hemos vivido juntos en armonía.

Nuestros jóvenes escuchan la predicación de la violencia, empuñan las armas y empiezan un camino sin retorno. 

Les pido sus oraciones para que nuestros jóvenes sean preservados del mal.

Muchos creen que no puede haber un futuro de paz para la República Centroafricana. Yo no soy uno de ellos. Existe un deseo de paz difuso entre los hombres y las mujeres de mi pueblo que es más fuerte que el odio y el deseo de venganza.

Hay signos de esperanza. 

A pesar de que muchos soplan sobre el fuego del odio religioso, la gente busca –y encuentra– refugio en las iglesias y en las mezquitas. 

El apoyo de la comunidad internacional nos ha permitido avanzar en este tiempo difícil, cuando en mi país faltaba de todo.

El pacto republicano firmado en Sant'Egidio en septiembre de 2013 nos ha demostrado que es posible sentarse en una misma mesa y superar las diferencias, y recuperar juntos el sentido de pertenecer a la misma familia nacional también con todas las comunidades religiosas.

No podemos permitirnos despreciar estos signos que deben crecer y madurar, proque solo así llegarán los frutos de paz. 

Hoy, ante los líderes de todas las religiones del mundo reunidos, y después de estos días de oración y de diálogo, estoy más convencida de que convivir es el futuro de mi pueblo.

¡La paz es el futuro!