8 Septiembre 2009 18:45 | Plaza del Mercado

Intervención



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Marguerite Barankitse

Testimonio del genocidio, Burundi
 biografía

Hemos rezado juntos en distintos lugares de esta ciudad de Cracovia, tan querido por Juan Pablo II, en el Espíritu de Asís que él nos dejó en herencia. Caminando por las calles de esta ciudad lo hemos sentido: él está a nuestro lado y camina todavía con nosotros. Esta mañana hemos recorrido una vía dolorosa: las vías del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau que llevaban hacia la muerte. Después de este peregrinaje me preguntaba: ¿qué llevaré conmigo cuando vuelva a mi país? Tengo que hacer el camino en sentido contrario. El Espíritu de Asís vive con nosotros, ya forma parte de nuestra vida: el Espíritu de Asís es un espíritu de diálogo, de convivencia, de compasión, de respeto de la vida, que nos hace estar unidos aunque seamos distintos y eso es lo que forma nuestra armonía.
Yo vengo de un país, Burundi, en el corazón de África, donde ese espíritu es muy necesario. Nosotros hemos conocido la fuerza del mal, del odio étnico y racial, de la guerra que es un camino sin retorno. Gracias a la Comunidad de Sant’Egidio, puede decirlo, hemos podido superar lo que nos dividía. El camino todavía es largo, pero nosotros ahora conocemos en qué dirección tenemos que movernos: no hacia la muerte, la vía sin retorno, que engulló a millones de hombres y mujeres en las cámaras de gas, sino por el camino de la vida, cuya fuente es el amor de Dios.
La Comunidad de Sant’Egidio ha recorrido este camino hacia África, un continente devastado por las guerras, las enfermedades, la pobr3eza, donde los africanos viven a menudo en la desesperación. Nos ha traído el Espíritu de Asís, un viento de paz que nos permite respirar con todos los pulmones. Nos ha demostrado que es posible vivir el Espíritu de Asís en todas partes y en cualquier situación. Aquí hemos experimentado la fuerza de la oración que nos abre al futuro. La oración nos ilumina en la noche más oscura y en estos días nuestra oración ha hecho brillar una luz para el mundo entero. Ahora nos toca a cada uno de nosotros volver a casa con esta luz y continuar viviendo el Espíritu de Asís.