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Roger Etchegaray

Cardenal, Santa Sede
 biografía

Si he aceptado decir unas palabras es porque os contemplo bajo el sol de Dios, iluminados por la oración que muchos de vosotros acabáis de hacer, cada uno según su religión y su conciencia. Mi fuerza es vuestra fuerza. Mi corazón es vuestro corazón. No soy más que uno de vosotros. Y con vosotros grito mi más vivo gracias a la Comunidad de Sant'Egidio, que sin descanso, desde 1986, difunde por todas partes el espíritu de Asís, este espíritu de oración y de reconciliación, que un papa audaz hizo bajar de la ciudad de san Francisco, el poverello.
Y esta tarde es Sarajevo la que tiene este honor, o más bien esta tarea, respondiendo a la petición del gran muftí Cerić i del gran cardenal Puljić, y también de la gran comunidad serbo-ortodoxa y de la antigua comunidad judía.
Sarajevo, que una vez atravesé bajando por el monte Igman, recorriendo el túnel de 800 metros de longitud y un metro y medio de ancho, por debajo del aeropuerto, para visitarte en nombre de Juan Pablo II, en pleno bloqueo de la ciudad. Y rezar contigo un viernes en la mezquita, un sábado en la sinagoga, un domingo en la catedral ortodoxa y luego en la catedral católica.
Sarajevo, yo hoy te digo: ¡Ánimo! ¡Ánimo! Aprende de nuevo a convivir, a mirar al otro sin preconceptos, como si cada uno fuera nuevo, fresco. Ánimo, para hacer que esta tierra sea habitable para los hombres que son todos hermanos e igualmente amados por el mismo Padre de la familia humana.
Sarajevo, tú que con razón estás tan orgullosa de tu pasado, empastado de tolerancia religiosa y de intercambios culturales, vuelve a ser plenamente la que eres, al servicio de todos los pueblos y de todas las religiones. Sarajevo, Sarajevo, te lo digo: Dios juzgará a la humanidad por lo que pasa ante tus ojos.
Sarajevo te lo pido: dale la mano a tu vecino, sea quien sea, y juntos alzad todos vuestras manos unidas hacia Dios. Gracias.