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Peter Kodwo Appiah Turkson

Cardenal, Presidente del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Santa Sede
 biografía

La gloria del Líbano vendrá a ti,
el ciprés, el olmo y el boj a una,
a embellecer mi Lugar Santo
y honrar el lugar donde mis pies reposan. Acudirán a ti encorvados los hijos de los que te humillaban,
se postrarán a tus pies todos los que te
menospreciaban,
y te llamarán la Ciudad de Yahveh,
la Sión del Santo de Israel. En vez de estar tú abandonada,
aborrecida y sin viandantes,
yo te convertiré en lozanía eterna,
gozo de siglos y siglos. Te nutrirás con la leche de las naciones,
con las riquezas de los reyes serás amamantada,
y sabrás que yo soy Yahveh tu Salvador,
y el que rescata, el Fuerte de Jacob. En vez de bronce traeré oro,
en vez de hierro traeré plata,
en vez de madera, bronce,
y en vez de piedras, hierro.
Te pondré como gobernantes la Paz,
y por gobierno la Justicia.
Isaias 60, 13-17

La ciudad de Jerusalén, que se ha convertido en una ciudad de paz y de justicia, es el sueño que une la humanidad entera. Este es también el sueño de Dios, tal como se expresa en el oráculo del profeta. Los dos sueños confluyen y en efecto son uno solo.

La ciudad de la paz y de la justicia es una ciudad abierta, común, sin fronteras, en la que no hay muros para defenderse sino árboles: "el ciprés, el olmo y el boj a una, a embellecer mi Lugar Santo y honrar el lugar donde mis pies reposan." ¡Es la preciosa flora de Líbano! Árboles que atraen a la gente y son el signo de la gloria del Señor. La paz es la gloria de Dios y al mismo tiempo el anhelo de todos. 

Los pueblos llevan sus riquezas, que son el fruto de paz que brotan de los corazones humildes y pacificados. Los países están convencidos de la primacía de la paz, representada por una ciudad donde viven juntos la paz y la justicia: "Te pondré como gobernantes la Paz, y por gobierno la Justicia." 

Los corazones ya se han desarmado porque la prepotencia, madre de la violencia, ya no existe. Nadie tendrá por objetivo la destrucción. Un nuevo espíritu reúne a todos. La guerra es derrotada, porque vencen las dos hermanas, la paz y la justicia, que se besan, como hoy nosotros nos abrazamos, todos hijos del mismo Dios, hermanos del Señor Jesucristo.