7 Octubre 2021 17:55 | Coliseo

LLAMAMIENTO DE PAZ



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 LLAMAMIENTO DE PAZ

En el mundo hay muchas guerras, amenazas terroristas y graves violencias. Se está rehabilitando el uso de la fuerza como herramienta de política internacional. Por desgracia, está desapareciendo una generación que vivió la Segunda Guerra Mundial y así se pierde el recuerdo del horror de la guerra. Se están poniendo en cuestión importantes logros de una cultura de paz, que ayudaron a crear una visión común del destino común de la humanidad.

Los pueblos sufren. Sufren los refugiados de la guerra y de la crisis medioambiental, los descartados, los débiles, los indefensos. Muchas veces son mujeres agredidas y humilladas, niños sin infancia, ancianos abandonados. Los pobres, a menudo invisibles, hoy participan de manera especial en nuestro encuentro: ellos son los primeros que invocan la paz. Escucharlos permite comprender mejor la locura de todo conflicto y violencia.

Las religiones pueden basar la paz y educar a la paz. No se pueden utilizar las religiones para la guerra. Solo la paz es santa; que nadie utilice el nombre de Dios para bendecir el terror y la violencia. Si veis que hay guerras a vuestro alrededor, ¡no os resignéis! Los pueblos desean la paz. La fraternidad entre las religiones logra avances, a pesar de las dificultades. Damos las gracias a todos los amigos del diálogo del mundo y les decimos: ¡ánimos!  El futuro del mundo depende de esto: que nos reconozcamos como hermanos. El destino de los pueblos es ser hermanos en la Tierra.

Hay que reanudar el proceso de desarme que ahora está bloqueado. Hay que detener el comercio y el uso de armas. Hay que hacer avanzar el desarme nuclear. La proliferación de armas nucleares es una amenaza increíble. Hay que hacer la paz. La paz también es respetar el planeta, la naturaleza y las criaturas. La destrucción del medio ambiente se debe a la arrogancia de un ser humano que se siente propietario. Un yo señor se convierte en un yo depredador, dispuesto a dominar y a entablar la guerra.

Pueblos hermanos y Tierra futura están unidos indisolublemente. La pandemia ha demostrado que los seres humanos estamos en la misma barca, unidos por lazos profundos. El futuro no pertenece al hombre del desperdicio y de la explotación, que vive para sí mismo e ignora al otro. El futuro pertenece a mujeres y hombres solidarios y a pueblos hermanos.  Que Dios nos ayude a reconstruir la familia humana común y a respetar a la madre Tierra. Ante el Coliseo,  símbolo de grandeza y también de sufrimiento, corroboramos con la fuerza de la fe que el  nombre de Dios es paz.

Roma, 7 de octubre de 2021