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Daniela Pompei

Comunidad de Sant'Egidio, Italia
 biografía

La situación de la inmigración en el contexto Europeo1 :
Recuerdo que en 2010 en Barcelona, en una edición como esta del Encuentro de Hombres y Religiones organizado por la Comunidad de Sant’Egidio, intenté introducir en el debate sobre el fenómeno migratorio y los posibles escenarios futuros una pregunta que no quería ser retórica y aún menos provocadora. La vuelvo a plantear: ¿las migraciones son un fenómeno inevitablemente escrito en el futuro de nuestro continente europeo?
Los datos que, entonces, tenía a mi alcance dejaban (solo) intuir para el contexto europeo –y para el italiano en particular– un escenario que a la mayoría le parecía pura fantasía: una disminución drástica de la presencia de extranjeros.
A distancia de dos años parece haber llegado la confirmación, pues en las rutas migratorias, la europea ha dejado de tener la misma afluencia que en el pasado.
En Italia esta disminución ha sido impresionante. Según ISTAT, la disminución de nuevas entradas de ciudadanos extranjeros no comunitarios ha sido evidente: durante 2011 se emitieron 361.690 nuevos permisos de residencia. “Casi el 40% menos respecto al año anterior”2. Este dato es aún más significativo si tenemos en cuenta que la disminución se produjo en el año en el que los flujos de entrada experimentaron un pico a causa de la denominada “primavera árabe”: 50 mil refugiados provenientes de Túnez y de Libia. Hay que tener en cuenta que, desde el 1 de enero hasta el 30 de agosto de 2012, desembarcaron en Italia un número de personas que no alcanzó las seis mil. En Lampedusa, considerada la puerta de Europa, las llegadas fueron 2.329. Eso significa un número irrisorio y no ha hecho necesario aprobar ninguna normativa ni acuerdo de expulsión.
Pero hay otro aspecto que debe considerarse. Una amiga de Guinea Bissau me explicaba no hace muchos días que entre los miembros de la coral de la catedral de Bissau, desde hace un tiempo, hay nuevas incorporaciones: son portugueses. Jóvenes portugueses que vuelven a la ex colonia pero como inmigrantes por motivos de trabajo.
Los portugueses de hoy buscan trabano buscan trabajo también en otras ex colonias africanas: por ejemplo, en Angola y en Mozambique. Mozambique –a 20 años de los acuerdos de paz que este año se celebran– con su 7% de crecimiento económico anual se está convirtiendo en la meta de los flujos migratorios provenientes de varias áreas geográficas: además del continente africano y del ya citado Portugal, también Pakistán o Bangladesh.
Los jóvenes españoles, que también sufren la crisis, intentan ir a los países latinoamericanos y también a Marruecos. Marruecos, solo por citarlo, por primera vez en los meses pasados ha empezado un proceso de regularización de ciudadanos extranjeros que trabajan en su territorio.
Los informes de la OCDE registran estos desplazamientos –nos dicen– que son números exiguos, exceptuando los flujos de salida de irlandeses, que son muy consistentes. Causa impresión ver esta nueva cara de la inmigración3 .
En resumen: respecto al pasado la situación de los flujos migratorios ha experimentado dos profundos cambios: se producen pocas llegadas y ha empezado un flujo de salida de los inmigrantes residentes y de los jóvenes ciudadanos europeos. Querría invitarles a reflexionar sobre el hecho que los recursos humanos más vitales de la sociedad europea empiezan a irse, los jóvenes inmigrantes y los jóvenes europeos.
Para la inmigración el problema central sigue siendo el que indica el título de esta mesa redonda: de la emergencia a la integración.
En algunos países europeos estamos ya no en la segunda, sino en la tercera o la cuarta generación, mientras que la mentalidad de la opinión pública y de quien administra sigue estando atrapada en un modo de pensar de emergencia, de políticas de contención y de control del fenómeno. La revista italiana Libertà civili ha publicado los resultados de una encuesta de opinión realizada en 2011 por una importante agencia de investigación inglesa. El 52% de los europeos –y el 53% de los estadounidenses– siguen considerando que la inmigración no es una oportunidad sino un problema4 .
En la casa europea los ciudadanos extranjeros están en una especie de limbo, se quedan eternamente a las puertas. La historia que quiero explicar brevemente no es excepcional, en Italia; por desgracia, es la norma. Moun Moun, de origen bangladesí, llegó a Italia cuando tenía tres años. Desde entonces la conozco a ella y a su familia, gracias a una relación intensa de amistad que empezó en el centro de acogida de la Comunidad de Sant’Egidio. A los 14 años Moun Moun empezó a atormentar a su padre: quería a toda costa la nacionalidad italiana. Quería ser como los demás jóvenes de su edad. Moun Moun quería –pretensión absurda– ser italiana. Recopila los documentos, ayuda a su padre, prepara la solicitud, hace todo lo que le pide la ley (trámites bastante complicados).
Y llega la nacionalidad. Su padre jura en agosto de 2012 y se convierte en ciudadano italiano, los hermanos menores de Moun Moun se convierten en ciudadanos italianos, la madre se convertirá en ciudadana italiana antes de un año. Moun Moun no. No pudo jurar la constitución italiana porque era mayor de edad y ya no forma parte del núcleo familiar. La resolución de su petición duró 5 años. Tuvo que volver a empezar. Aún peor. Moun Moun estudia en la universidad y no puede declarar los tres años de renta como pide el procedimiento. Tampoco el padre, que es un pequeño empresario con unos considerables ingresos y con una casa en propiedad, puede declarar que su hija está a su cargo, porque, a diferencia de los padres italianos, los extranjeros pueden tener a su cargo a los hijos, no hasta los 26 años, sino solo hasta los 18. Me paro aquí. Podría continuar describiendo la absurdidad de una joven, hermosa y estudiosa (italiana a todos los efectos) que no puede afirmar ser ciudadana italiana porque, en la práctica, no lo es.
Salir de una idea de emergencia significa también ver los datos que nos indican un camino positivo de integración, que ya se está produciendo. En Europa hoy viven 33 millones de ciudadanos extranjeros, comunitarios y no comunitarios (6,5%). Si añadimos el número de los nacidos en el extranjero y que han adquirido la nacionalidad de uno de los países de la Unión, llegamos a más de 50 millones (9,5%). Estamos hablando de un fenómeno estructural desde el punto de vista demográfico y, sobre todo, económico.
En muchos países europeos se han producido grandes avances en el tema de la integración, y a ese respecto daré tres datos: la obtención de la nacionalidad, las segundas generaciones y los matrimonios mixtos.
1. 1. La obtención de la nacionalidad5
En Europa en 2009 (último dato disponible) obtuvieron la nacionalidad 776.000 personas inmigrantes. Los países que lideran la clasificación de las aceptaciones son sobre todo la Gran Bretaña (más de 200.000), Francia y Alemania.
2. Las segundas generaciones6 
En términos absolutos en Europa hay 10 millones de jóvenes adultos entre 25 y 54 años uno o ambos de cuyos padres nacieron en el extranjero. No se puede afrontar dicha situación que se presenta como un aspecto muy delicado  decisivo, pero sí quiero subrayar las dimensiones de un grupo de ciudadanos adultos, nacidos en Europa, con uno o dos padres de cultura, lengua y país diferentes de los del país en el que viven.
3.    Los matrimonios mixtos7
Este es un indicador muy útil que mide el nivel social de integración. En el período 2008-2010 un matrimonio de cada doce en Europa fue un matrimonio mixto. Especifico que por matrimonio mixto se entiende solo entre un ciudadano nativo del país de la unión y uno nacido fuera. Quedan excluidos los matrimonios entre dos ciudadanos provenientes de distintos países y los de extranjeros nacidos en Italia.
Estos, en síntesis y de manera incompleta, son los datos que nos indican que la presencia extranjera en Europa es estructural y necesaria.

La crisis: una oportunidad para reflexionar
Probablemente hemos desaprovechado ocasiones. Cuando pienso en la gran oportunidad que representa la presencia de ciudadanos inmigrantes en nuestra rica (lo podemos decir a pesar de la crisis: es rica) Europa, pienso que por miedo –por miedo de cambiar– hemos dilapidado un patrimonio (también económico) y hemos preferido el cómodo pero también cansado refugio de cerrarnos en nosotros y de la autosuficiencia. ¿Adónde ha ido aquel tesoro europeo de historia, de bienestar, de valores? También de simpatía. Me chocó hace unos días la noticia que salió en un periódico inglés que reprochaba a los italianos por haberse “entristecido”8  .
La crisis económica lleva consigo muchos aspectos problemáticos que no hay que subestimar. Tampoco hay que minimizar el peso de las dificultades que muchas personas viven con dramatismo e incertidumbre. No obstante, y este es un aspecto que hay que percibir positivamente, la crisis nos obliga a todos a una seriedad y a una sobriedad mayores. La integración no es solo cuestión de flujos o de políticas de seguridad. Es cuestión de civilización y de amplitud de miras. La presencia de los extranjeros está asociada para lo bueno y para lo malo al dinamismo de sociedades y de economías que, de otro modo, estarían bloqueadas.
Me parece significativo el ejemplo de las políticas que está aplicando Marruecos, que ofrece becas de estudio a los africanos y a los subsaharianos. Es una manera de invertir en jóvenes formados: algunos volverán a su país; otros se quedarán en Marruecos.
Los ejemplos que se pueden poner en este sentido son muchos. Elijo uno que considero significativo de este reconocimiento recíproco que es integración.  Andrea Riccardi, en su papel de ministro de integración y cooperación se ha reunido con muchas comunidades extranjeras. Significativo fue el encuentro con la comunidad sij. El ministro Riccardi, en su saludo, repasó los vínculos históricos que nos unen recordando también la aportación de los soldados sij del ejército inglés durante la Segunda Guerra Mundial para liberar a Italia y a Europa del nazismo y de la guerra. Tras algunas semanas, me dijeron los responsables sij que estaban organizando una especie de peregrinación a Cassino, al cementerio de la Segunda Guerra Mundial. Querían ver los restos de una historia común que ellos no conocían, y que nosotros, los italianos, hemos olvidado. Integración también es eso. Es reconstruir los restos y los hilos de una historia común y de una solidaridad que nos une.
Lo primero que debemos hacer, pues, y con decisión es tomar conciencia. Hay que llenar un vacío: a nivel de debate político nos limitamos a discutir si dejar entrar o no a los ciudadanos extranjeros, cuando el problema es, más bien, cómo incentivar y retener a los ciudadanos extranjeros y a los mismos jóvenes europeos para que no se vayan, tal como ha indicado recientemente un informe de la OCDE y un comunicado de la Comisión Europea9  .
La acogida no es una cesión a los bárbaros, sino más bien el camino necesariopara no barbarizarse cerrándose en uno mismo y en el miedo como la propone el lúcido y eficaz análisis de Todorov cuando dice: “reconocer la pluralidad de los grupos, de las sociedades y de las culturas humanas, poniéndose al mismo nivel que los demás, es algo propio de la civilización”10. Me vinieron a la memoria estas palabras cuando en diciembre de este año (en 2011) en Florencia, tras el trágico asesinato de senegaleses por obra de un italiano, las crónicas periodísticas reproducían comentarios aparecidos en la web, delirantes de fanáticos que aplaudían al autor como un "héroe blanco experto en guerra multiétnica". Si es una guerra, no es entre italianos y extranjeros, sino entre la civilización y la barbarie: el miedo es lo que puede convertirnos en bárbaros.

El libro del Génesis explica cómo un joven judío, José, extranjero y esclavo en tierra de Egipto, supo interpretar los sueños del faraón. Es un pasaje bíblico muy conocido. A orillas del Nilo, en sueños, el faraón vio pacer primero siete vacas lustrosas y luego vio subir siete vacas macilentas y de mal aspecto que se comieron a las siete vacas hermosas y lustrosas. En el sueño siguiente siete espigas secas, flacas y asolanadas consumen siete espigas henchidas y buenas. Sabemos cómo interpretó el sueño: el faraón en su sueño había previsto una gran carestía que iba a “asolar el país”. La podemos definir como una crisis económica: dura, larga, que iba a devorar, engullir y dejar en el olvido el tiempo de la abundancia.
El consejo sabio de José fue el de pensar en la carestía en el tiempo de la abundancia, en la pobreza en los tiempos de riqueza. Es significativo que el poderoso y clarividente faraón de Egipto escucha las palabras de un joven, extranjero y esclavo.
Y es aún más significativo que le confíe a él, a su inteligencia, a su iniciativa, a su responsabilidad la tarea de salir de un período que se preanunciaba muy duro y angustioso. Aunque utilizan otro lenguaje, algunos documentos de la Comisión Europea recuedan la misma preocupación cuando afirman que no hay que olvidar “las aportaciones positivas de la inmigración para que la Unión Europea pueda crecer y mantener su prosperidad”11 
Esta creo que es un indicador concreto. Creo que fue la decisión que la Comunidad de Sant’Egidio quiso tomar en los años de abundancia, recogiendo un patrimonio de humanidad, de amistad, que hoy en un tiempo de crisis, vacío de valores y de esperanza, nos permite mirar al futuro con la fuerza de una visión.
Querría terminar citando a Carlo Maria Martini, hombre de Iglesia y del Evangelio, que enseñó a muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo a no tener miedo a las peticiones difíciles. Recuerdo una intervención suya a finales de los años 80 sobre los temas de la inmigración: "La cuestión de los inmigrantes –decía– adquiere otro valor y no solo de una urgencia que interpela a la caridad cristiana: se eleva al valor de auténtico signo de los tiempos”. La cuestión inmigración es un auténtico signo de los tiempos: a distancia de más de 30 años esta expresión es más cierta que nunca.